Esta historia empieza una noche de enero en 1846. Estamos en La Perriere , una población francesa que en aquella época y en esa estación del año, invitaba sin duda al recogimiento ante un fuego para realizar labores, para hablar, para compartir alguna comida caliente y guarecerse de una fría noche invernal. Nuestra protagonista es Angélique Cottin , una chica de poco más de 14 años que estaba junto a sus amigas tejiendo guantes de seda. Fue entonces cuando esa quietud amable, cuando esa reunión entre adolescentes enfundadas seguramente en sus conversaciones, sueños y risas, se vio de pronto interrumpida ante un fenómeno que no podían entender y que, de inmediato, les arrancó el aliento. La ruecas empezaron a funcionar solas, sin que mano alguna las guiara. Aterradas, salieron corriendo en busca de los adultos y cuando éstos entraron a la sala, miraron a las niñas con incredulidad. Las ruecas ya no se movían . Ahora bien, en el momento en que Angélique Cottin volvió a la sala,